Oh Dios, que enseñaste a Adán
el sencillo arte de labrar la
tierra,
y quien a través de Jesús Cristo,
la vid verdadera, te revelaste a
ti mismo
como el labrador de nuestras
almas.
Dígnate, te suplicamos,
por los méritos del San Isidro,
por los méritos del San Isidro,
inculcar en nuestros corazones el
horror del pecado
y el amor a la oración, para que,
trabajando la tierra con el sudor
de nuestra frente,
sea posible en Cristo nuestro
Señor,
disfrutar de la felicidad eterna
en el cielo.
Te pedimos que conserves nuestros
campos
y que las cosechas nos sean
propicias.
Que nos des fuerzas para llevar a
cabo
un trabajo tan duro y poco
productivo
y que no nos falte el pan y el
sustento en nuestra mesa.
Por medio de Cristo Jesús nuestro
Señor
y de la intercesión de San Isidro
Labrador.
Amén
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