Desde la cima de tu montaña,
donde solo te retiraste del mundo
para colmarnos de bendiciones
celestiales,
mucho te han dolido en el alma y
en el corazón
los sufrimientos de tu pueblo y de
tu patria.
Con gran perseverancia seguiste
orando,
mortificándote y ofreciéndole a
Dios
por los vivos y muertos de tu pueblo,
profundizando, así tu unión con Dios
por los vivos y muertos de tu pueblo,
profundizando, así tu unión con Dios
al soportar las iniquidades de los
humanos
y protegiéndonos de todo mal
desde las alturas de la montaña de
Annaya,
por los siglos de los siglos.
Solicito yo, ahora, tu ayuda
en el problema que me aflige.
Te ruego intercedas por mí,
ante Dios nuestro Señor.
Amen.
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