La medalla de San 
Benito, propagada en todo el mundo hace más de 300 años, especialmente por los 
monjes benedictinos, es célebre por su eficacia extraordinaria en el combate 
contra el demonio y sus manifestaciones; en la defensa contra maleficios de todo 
género, contra enfermedades, especialmente las contagiosas, contra picaduras de 
serpientes y otros animales ponzoñosos; en la protección de animales domésticos, 
vehículos, etc.
Repetidas veces aprobada y alabada por los Papas, la medalla de San Benito, que une a la fuerza exorcizante de la Santa Cruz del Redentor –la señal de nuestra salvación– el recuerdo de los méritos alcanzados por la santidad eximia del gran Patriarca San Benito, es sin duda muy indicada para los fieles católicos.
Repetidas veces aprobada y alabada por los Papas, la medalla de San Benito, que une a la fuerza exorcizante de la Santa Cruz del Redentor –la señal de nuestra salvación– el recuerdo de los méritos alcanzados por la santidad eximia del gran Patriarca San Benito, es sin duda muy indicada para los fieles católicos.
La imagen de la Cruz 
representada en la medalla 
Basta al cristiano 
considerar brevemente la virtud soberana de la Cruz de Jesucristo, para 
comprender la dignidad de una medalla en la cual está representada.
La representación de la 
Cruz despierta en nosotros todos los sentimientos de gratitud para con Dios, por 
el beneficio de nuestra salvación.
La Cruz causa terror a 
los espíritus malignos, que siempre retroceden ante ella, y apenas la ven se 
apresuran en soltar su presa y huir. Así pues, nuestra medalla, que representa 
en primer lugar la imagen de la Cruz, está en perfecta armonía con la piedad 
cristiana, y ya sólo por este motivo es digna del mayor respeto. 
La imagen de San Benito 
representada en la medalla 
La honra de figurar en 
la misma medalla junto con la imagen de la Santa Cruz fue concedida a San Benito 
con la finalidad de indicar la eficacia que tuvo en sus manos esta señal 
sagrada. San Gregorio Magno, que escribió la vida del Santo Patriarca, nos lo 
representa disipando con la señal de la Cruz sus propias tentaciones, y 
quebrando con la misma señal hecha sobre una bebida envenenada, el cáliz que la 
contenía, quedando así patente el perverso designio de los que habían osado 
atentar contra su vida. Cuando el espíritu maligno, para aterrorizar a los 
monjes, les hace ver el Monasterio de Montecasino en llamas, San Benito 
desvanece ese prodigio diabólico haciendo la misma señal de la Pasión del 
Salvador sobre las llamas fantásticas. Cuando sus discípulos andan interiormente 
agitados por las sugestiones del tentador, les indica como remedio trazar sobre 
el corazón la imagen de la Cruz. Por todo ello, es lícito concluir que era muy 
conveniente reunir en una sola medalla la imagen del santo Patriarca y la de la 
Cruz del Salvador.
Esto queda aún más 
claro al considerar que los dos grandes discípulos del siervo de Dios, San 
Plácido y San Mauro, cuando realizaban sus frecuentes milagros tenían la 
costumbre de invocar junto con el auxilio de la Santa Cruz, el nombre de su 
santo Fundador, y así consagraron, desde el principio, la piadosa costumbre 
expresada más tarde por la medalla. 
Los caracteres que se leen en la 
medalla 
Además de las imágenes 
de la Cruz y de San Benito, la medalla trae también cierto número de letras , 
cada una de las cuales representa una palabra latina. Las diversas palabras 
reunidas tienen un sentido que manifiesta la intención de la medalla: expresar 
las relaciones que existen entre el santo Patriarca Benito y la Santa Cruz; y al 
mismo tiempo, poner al alcance de los fieles un medio eficaz de emplear la 
virtud de la Santa Cruz contra los espíritus malignos.
Esas letras misteriosas 
se encuentran dispuestas en la cara de la medalla en que está representada la 
santa Cruz. Examinemos, en primer lugar, las cuatro colocadas entre los brazos 
de dicha Cruz:
C            S
P            B
Significan: Cruz 
Sancti Patris Benedicto; en castellano, Cruz del Santo Padre Benito. 
Esas palabras explican el fin de la medalla.
En la línea vertical de la Cruz se lee:
C
S
S
M
L
Lo que quiere decir: 
Cruz sacra sit mihi lux; en castellano, La Cruz sagrada sea mi 
luz.
En la línea horizontal 
de la misma Cruz, se lee:
N. D. S. M. 
D.
Lo que significa: 
Non draco sit mihi dux; en castellano, No sea el dragón mi 
guía.
Reuniendo esas dos 
líneas se forma un verso pentámetro, mediante el cual el cristiano expresa su 
confianza en la Santa Cruz, y su resistencia al yugo que el demonio querría 
imponerle.
Alrededor de la medalla 
existe una inscripción más extensa, que presenta en primer lugar el santísimo 
nombre de Jesús, expresado por el monograma bien conocido: I. H. S. (En 
el modelo más conocido de la Medalla de San Benito el monograma I. H. S. fue 
reemplazado por el lema benedictino PAX; en castellano, Paz). Vienen 
después, de derecha a izquierda, las siguientes letras:
 
V. R. S. N. S. M. V. 
S. M. Q. L. I. V. B.
 
Estas iniciales 
representan los dos versos siguientes:
 
Vade retro satana; 
nuncuam suade mihi vana
 
Sunt mala quae 
libas; ipse venena bibas.
 
En castellano: 
Apártate, satanás; nunca me aconsejes tus vanidades, la bebida que ofreces es 
el mal: bebe tú mismo tus venenos.
 
Tales palabras se 
supone que fueron dichas por San Benito: las del primer verso, con ocasión de la 
tentación que sintió y de la cual triunfó haciendo la señal de la Cruz; las del 
segundo verso, en el momento en que sus enemigos le presentaron una bebida 
mortífera, hecho que puso al descubierto bendiciendo con la señal de la vida el 
cáliz que la contenía.
 
El cristiano puede 
utilizar estas palabras cuantas veces fuere asaltado por tentaciones e insultos 
del enemigo invisible de nuestra salvación. El mismo Jesucristo Nuestro Señor 
santificó las palabras Vade retro, satana –Apártate, satanás– y su 
valor es cierto, una vez que el propio Evangelio nos lo asegura. Las vanidades 
que el demonio nos aconseja son las desobediencias  a la ley de Dios, las pompas 
y falsas máximas del mundo. La bebida que el ángel de las tinieblas nos presenta 
es el pecado, que da muerte al alma. En vez de aceptarla, devolvámosle tan 
funesto presente, ya que él mismo lo escogió como herencia suya.
 
Basta que alguien 
pronuncie con fe tales palabras, para sentirse inmediatamente con fuerzas para 
arrostrar todas las embestidas del infierno. Aun cuando no conociéramos los 
hechos que demuestran hasta qué punto satanás teme esa medalla, la simple 
consideración de lo que representa y expresa, bastaría para que la 
consideráramos una de las más poderosas armas que la bondad de Dios puso a 
nuestro alcance contra la malicia diabólica. 
 
Uso de la medalla de San 
Benito 
 
No ignoramos que en este siglo mucha gente considera que 
el demonio es más bien un ser imaginario y no real; y así, puede parecer extraño 
que se acuñe y se bendiga una medalla, empleada como protección contra 
los ataques del espíritu maligno. Sin embargo, las sagradas Escrituras nos 
ofrecen innumerables pasajes que dan una idea del poder y la actividad de los 
demonios, así como de los peligros de alma y cuerpo a que estamos continuamente 
expuestos por efectos de sus celadas. Para aniquilar su poder no basta ignorar a 
los demonios y sonreír cuando se oye hablar de sus operaciones. No por eso 
dejará de continuar el aire siempre lleno de legiones de espíritus de malicia, 
conforme enseña San Pablo; y si Dios no nos protegiese, aunque casi siempre sin 
que lo sintamos, por el ministerio de los Santos Ángeles, sería para nosotros 
imposible evitar las innumerables celadas de estos enemigos de toda criatura de 
Dios. 
 
Ahora bien, el poder de 
la Santa Cruz contra satanás y sus legiones es tal, que la podemos considerar un 
escudo invencible que nos hace invulnerables a sus flechas.
 
Concluimos entonces 
cuán ventajoso resulta emplear con fe la medalla de San Benito en las ocasiones 
en que más temamos los embustes del enemigo. Su protección, no lo dudemos, será 
eficaz contra todo tipo de tentaciones. Numerosos e innegables hechos señalaron 
su poderoso auxilio en miles de circunstancias en las cuales, o por acción 
espontánea de satanás, o por efecto de algún maleficio, los fieles estaban a 
punto de sucumbir ante un peligro inminente. Podremos igualmente emplearlo a 
favor de otros, como medio de preservación o de liberación, en previsión de los 
peligros que deban afrontar.
 
A menudo nos amenazan 
accidentes imprevistos, en tierra o en mar; si llenos de fe llevamos con 
nosotros la medalla, seremos protegidos. No hay circunstancias de la vida 
humana, por más materiales que fueren, en que ya no se haya manifestado por su 
intermedio, la virtud de la Santa Cruz y el poder de San Benito. Así, espíritus 
malignos, en su odio contra el hombre, embisten contra los animales empleados en 
su servicio, contra los alimentos que deben sustentar la vida; su intervención 
maléfica es muchas veces la causa de las enfermedades que padecemos; ahora bien, 
prueba la experiencia que el uso religioso de la medalla, acompañado por la 
oración, opera muchas veces el cese de las celadas satánicas, y un notable 
alivio en las enfermedades, y a veces hasta una curación completa.
ORACIÓN PARA PEDIR LA 
PROTECCIÓN 
DE SAN BENITO
Santísimo confesor del 
Señor; Padre y jefe de los monjes, interceded por nuestra santidad, por nuestra 
salud del alma, cuerpo y mente.
Destierra de nuestra vida, 
de nuestra casa, las asechanzas del maligno espíritu. Líbranos de funestas 
herejías, de malas lenguas y hechicerías.
Pídele al Señor, remedie 
nuestras necesidades espirituales, y corporales. Pídele también por el progreso 
de la santa Iglesia Católica; y porque mi alma no muera en pecado mortal, para 
que así confiado en Tu poderosa intercesión, pueda algún día en el cielo, cantar 
las eternas alabanzas. Amén.
Jesús, María y José os 
amo, salvad vidas, naciones y almas.
Rezar tres 
Padrenuestros, Avemarías y Glorias.
NOVENA BREVE PARA PEDIR UNA GRACIA
Rezar durante nueve días consecutivos la siguiente oración:
OH San Benito, mi 
protector bondadoso y de cuantos van a ti en sus apuros. Intercede por mí a Dios 
para que alivie mis sufrimientos y dificultades que ahora me agobian
(pídase aquí la gracia que se desea 
obtener)
Te lo pido con toda confianza.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.



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