María:
Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo!.
Este fue el saludo del ángel de parte de Dios,
y éste es nuestro saludo de hijos.
Creíste en el momento de la anunciación
y creíste a lo largo de toda tu vida.
Tú serás la llena de gracia,
de toda la gracia que necesitas
para ser la Madre de Dios.
Concebida sin pecado original
porque tenías que ser el templo purísimo
para albergar el misterio de la Encarnación.
Tú eres un santuario viviente,
sin fisuras, ni sombras
al que sólo el Espíritu Santo podía acercarse.
Y tu, consciente y libremente,
te entregaste como mujer, de forma total,
en alma y cuerpo, al servicio de la Redención.
Expresaste tu entrega
con sentido de responsabilidad
en forma de esclavitud en el amor:
"Aquí está la esclava del Señor,
hágase en mí según tu palabra."
Comienzaste a ser la Madre de Dios
cooperando de forma singular
a la obra de la Redención.
María, Madre y Virgen:
Tú eres el prototipo de nuestra vida cristiana
para acoger a Jesucristo
y hacer de nuestra vida un "sí" sostenido
viviendo el Evangelio con todas sus consecuencias.
Enséñanos a preparar nuestros corazones
con sabor de amor para que Jesús entre en nosotros
y Él lo ocupe todo.
Y nuestra vida sea un vivir en Cristo.
Amén.
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