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CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA (1ª PARTE)

| miércoles, 13 de febrero de 2013

 
 
Catecismo de la Inglesia Católica promulgado en 1992
por mi venerado y amado Predecesor,
el Papa Juan Pablo II.
 
Ahora, con gran gozo, apruebo y promulgo
el Compendio de este Catecismo

Dado en Roma, junto a San Pedro,
el 28 de Junio de 2005,
víspera de la Solemnidad de los Santos Apóstoles
Pedro y Pablo,
año primero de mi Pontificado.
 

BENEDICTUS PP. XVI

 
 
 



 
PRIMERA PARTE



LA PROFESIÓN DE LA FE


PRIMERA SECCIÓN



“CREO” – “CREEMOS”



1. ¿Cuál es el designio de Dios para el hombre?
(1-25)

 
Dios, infinitamente perfecto y bienaventurado en sí mismo, en un designio de pura bondad ha creado libremente al hombre para hacerle partícipe de su vida bienaventurada. En la plenitud de los tiempos, Dios Padre envió a su Hijo como Redentor y Salvador de los hombres caídos en el pecado, convocándolos en su Iglesia, y haciéndolos hijos suyos de adopción por obra del Espíritu Santo y herederos de su eterna bienaventuranza.
 

 
CAPÍTULO PRIMERO
 

EL HOMBRE ES “CAPAZ” DE DIOS


"Tú eres grande, Señor, y muy digno de alabanza (…). Nos has hecho para ti y nuestro corazón está inquieto mientras no descansa en ti” (San Agustín)(30)
 
 
2. ¿Por qué late en el hombre el deseo de Dios?
(27-30; 44-45)



Dios mismo, al crear al hombre a su propia imagen, inscribió en el corazón de éste el deseo de verlo. Aunque el hombre a menudo ignore tal deseo, Dios no cesa de atraerlo hacia sí, para que viva y encuentre en Él aquella plenitud de verdad y felicidad a la que aspira sin descanso. En consecuencia, el hombre, por naturaleza y vocación, es un ser esencialmente religioso, capaz de entrar en comunión con Dios. Esta íntima y vital relación con Dios otorga al hombre su dignidad fundamental.
 

3. ¿Cómo se puede conocer a Dios con la sola luz de la razón?
(31-36; 46-47)
 
A partir de la Creación, esto es, del mundo y de la persona humana, el hombre, con la sola razón, puede con certeza conocer a Dios como origen y fin del universo y como sumo bien, verdad y belleza infinita.

 
4. ¿Basta la sola luz de la razón para conocer el misterio de Dios?
(37-38)
 
Para conocer a Dios con la sola luz de la razón, el hombre encuentra muchas dificultades.
 
Además no puede entrar por sí mismo en la intimidad del misterio divino. Por ello, Dios ha querido iluminarlo con su Revelación, no sólo acerca de las verdades que superan la comprensión humana, sino también sobre verdades religiosas y morales, que, aun siendo de por sí accesibles a la razón, de esta manera pueden ser conocidas por todos sin dificultad, con firme certeza y sin mezcla de error.
 

5. ¿Cómo se puede hablar de Dios?
(39-43; 48-49)
 
Se puede hablar de Dios a todos y con todos, partiendo de las perfecciones del hombre y las demás criaturas, las cuales son un reflejo, si bien limitado, de la infinita perfección de Dios. Sin embargo, es necesario purificar continuamente nuestro lenguaje de todo lo que tiene de fantasioso e imperfecto, sabiendo bien que nunca podrá expresar plenamente el infinito misterio de Dios.
 
 

CAPÍTULO SEGUNDO


DIOS VIENE AL ENCUENTRO DEL HOMBRE

LA REVELACIÓN DE DIOS


6. ¿Qué revela Dios al hombre?
(50-53; 68-69)

 
Dios, en su bondad y sabiduría, se revela al hombre. Por medio de acontecimientos y palabras, se revela a sí mismo y el designio de benevolencia que él mismo ha preestablecido desde la eternidad en Cristo en favor de los hombres. Este designio consiste en hacer partícipes de la vida divina a todos los hombres, mediante la gracia del Espíritu Santo, para hacer de ellos hijos adoptivos en su Hijo Unigénito.
 

7. ¿Cuáles son las primeras etapas de la Revelación de Dios?
(54-58; 70-71)


Desde el principio, Dios se manifiesta a Adán y Eva, nuestros primeros padres, y les invita a una íntima comunión con Él. Después de la caída, Dios no interrumpe su revelación, y les promete la salvación para toda su descendencia. Después del diluvio, establece con Noé una alianza que abraza a todos los seres vivientes.
 

8. ¿Cuáles son las sucesivas etapas de la Revelación de Dios?
(59-64; 72)


Dios escogió a Abram llamándolo a abandonar su tierra para hacer de él “el padre de una multitud de naciones” (Gn 17, 5), y prometiéndole bendecir en él a “todas las naciones de la tierra” (Gn 12,3). Los descendientes de Abraham serán los depositarios de las promesas divinas hechas a los patriarcas. Dios forma a Israel como su pueblo elegido, salvándolo de la esclavitud de Egipto, establece con él la Alianza del Sinaí, y le da su Ley por medio de Moisés. Los Profetas anuncian una radical redención del pueblo y una salvación que abrazará a todas las naciones en una Alianza nueva y eterna. Del pueblo de Israel, de la estirpe del rey David, nacerá el Mesías: Jesús.

9. ¿Cuál es la plena y definitiva etapa de la Revelación de Dios?
(65-66; 73)


La plena y definitiva etapa de la Revelación de Dios es la que Él mismo llevó a cabo en su Verbo encarnado, Jesucristo, mediador y plenitud de la Revelación. En cuanto Hijo Unigénito de Dios hecho hombre, Él es la Palabra perfecta y definitiva del Padre. Con la venida del Hijo y el don del Espíritu, la Revelación ya se ha cumplido plenamente, aunque la fe de la Iglesia deberá comprender gradualmente todo su alcance a lo largo de los siglos.

 
“Porque en darnos, como nos dio a su Hijo, que es una Palabra suya, que no tiene otra, todo nos lo habló junto y de una vez en esta sola Palabra, y no tiene más que hablar”


(San Juan de la Cruz)
 

10. ¿Qué valor tienen las revelaciones privadas?
(67)

 
Aunque no pertenecen al depósito de la fe, las revelaciones privadas pueden ayudar a vivir la misma fe, si mantienen su íntima orientación a Cristo. El Magisterio de la Iglesia, al que corresponde el discernimiento de tales revelaciones, no puede aceptar, por tanto, aquellas “revelaciones” que pretendan superar o corregir la Revelación definitiva, que es Cristo.
 
 

LA TRANSMISIÓN DE LA DIVINA REVELACIÓN
 
11. ¿Por qué y de qué modo se transmite la divina Revelación?
(74)
 
Dios “quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1Tim 2, 4), es decir, de Jesucristo. Es preciso, pues, que Cristo sea anunciado a todos los hombres, según su propio mandato: “Id y haced discípulos de todos los pueblos” (Mt 28,19). Esto se lleva a cabo mediante la Tradición Apostólica.

12. ¿Qué es la Tradición Apostólica?
(75-79; 83; 96.98)

 
La Tradición Apostólica es la transmisión del mensaje de Cristo llevada a cabo, desde los comienzos del cristianismo, por la predicación, el testimonio, las instituciones, el culto y los escritos inspirados. Los Apóstoles transmitieron a sus sucesores, los obispos y, a través de éstos, a todas las generaciones hasta el fin de los tiempos todo lo que habían recibido de Cristo y aprendido del Espíritu Santo.
 

13. ¿De qué modo se realiza la Tradición Apostólica?
(76)
 
La Tradición Apostólica se realiza de dos modos: con la transmisión viva de la Palabra de Dios (también llamada simplemente Tradición) y con la Sagrada Escritura, que es el mismo anuncio de la salvación puesto por escrito.
 

14. ¿Qué relación existe entre Tradición y Sagrada Escritura?
(80-82; 97)
 
La Tradición y la Sagrada Escritura están íntimamente unidas y compenetradas entre sí. En efecto, ambas hacen presente y fecundo en la Iglesia el Misterio de Cristo, y surgen de la misma fuente divina: constituyen un solo sagrado depósito de la fe, del cual la Iglesia saca su propia certeza sobre todas las cosas reveladas.
 

15. ¿A quién ha sido confiado el depósito de la fe?
(84.91; 94.99)
 
El depósito de la fe ha sido confiado por los Apóstoles a toda la Iglesia. Todo el Pueblo de Dios, con el sentido sobrenatural de la fe, sostenido por el Espíritu Santo y guiado por el Magisterio de la Iglesia, acoge la Revelación divina, la comprende cada vez mejor, y la aplica a la vida.
 

16. ¿A quién corresponde interpretar auténticamente el depósito de la fe?
(85-90; 100)
 
La interpretación auténtica del depósito de la fe corresponde sólo al Magisterio vivo de la Iglesia, es decir, al Sucesor de Pedro, el Obispo de Roma, y a los obispos en comunión con
él. Al Magisterio, el cual, en el servicio de la Palabra de Dios, goza del carisma cierto de la verdad, compete también definir los dogmas, que son formulaciones de las verdades contenidas en la divina Revelación; dicha autoridad se extiende también a las verdades necesariamente relacionadas con la Revelación.

 
17. ¿Qué relación existe entre Escritura, Tradición y Magisterio?
(95)

Escritura, Tradición y Magisterio están tan estrechamente unidos entre sí, que ninguno de ellos existe sin los otros. Juntos, bajo la acción del Espíritu Santo, contribuyen eficazmente, cada uno a su modo, a la salvación de los hombres.
 
 
 

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